"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Cultura
Conferencia sobre Grandes genios de la música con discapacidad
Desde la discapacidad hacia la genialidad
10/10/2011
Blanca Abella
Su sordera se convierte en acicate y Beethoven logra pensar musicalmente como nunca se había pensado, vuelca su personalidad en la composición de sus obras. En el caso de Joaquín Rodrigo, la ceguera le ayudó a desarrollar el oído de tal manera que en sus composiciones se distingue con claridad cada instrumento.
Martín Llade, director y presentador en Radio Clásica, asegura que “la discapacidad no les perjudica a la hora de captar y recrear el mundo de los sonidos”.
En un recorrido histórico por la genialidad de compositores con discapacidad, Martín Llade nos lleva hasta el siglo XIV, donde Francesco Landini, además de compositor, ejerce de organista, filósofo y astrólogo y, en definitiva, se perfila como un humanista extraordinario. Es ciego de nacimiento, pero se convierte en uno de los músicos más brillantes de este siglo y en Florencia aún conservan su retrato, en la catedral, como testimonio de la importantísima actividad que desarrolló en aquellos tiempos.
Martín Llade desvela los secretos de estos genios a un público entregado durante una conferencia que ofrece en la Fundación ONCE sobre “Grandes genios con discapacidad”.
Primero se detiene en los genios con ceguera, como Landini, (atendiendo al orden cronológico) al que Llade alude como una importantísima personalidad en el mundo de la música. Continúa con Antonio de Cabezón, del siglo XVI, ciego desde muy niño y “una de las figuras más extraordinarias de la música española de todos los tiempos”, asegura Martín Llade. Cabezón, que fue también organista, sirvió de inspiración a otro genio, pero en este caso de la literatura, Gustavo Adolfo Becquer, que se inspiró en él para su leyenda “Maese Pérez el organista”.
Miguel de Fuenllana, del Siglo de Oro, vihuelista y compositor, era ciego de nacimiento y fue autor de canciones muy famosas, como “De Antequera sale el moro”. Llegó a ser un músico de prestigio y muy reconocido, de hecho estuvo al servicio de la esposa de Carlos V y fue maestro de música de Felipe II, con quien se trasladó hasta Inglaterra para su boda con María Tudor.
Antonio de Cabezón, organista, sirvió de inspiración a otro genio, Gustavo Adolfo Becquer, que se inspiró en él para su leyenda “Maese Pérez el organista”
Ya en el siglo XVIII destacan figuras como la del compositor y organista inglés John Stanley, ciego desde una edad muy temprana. Stanley fue asistente de Handel y estuvo muy influenciado por él, llegando incluso a sustituirle como director musical en alguna ocasión.
Grandes intérpretes
Llegados a este punto, llama la atención la coincidencia que se observa en algunos de los genios mencionados. Cabezón, Landini y Stanley, además de compositores son organistas, al igual que ocurre con Louis Vierne, que llegó a ser el organista de Notre Dame y falleció tocando este instrumento. Dicen que el pie izquierdo permaneció durante unos minutos sobre el pedal del órgano, produciendo así una nota prolongada en el silencio de la catedral, hasta que retiraron su cuerpo.
“Estos genios destacan por ser extraordinarios intérpretes”, asegura Martín Llade, y explica: “La creencia es que todo compositor tiene que ser un buen intérprete, pero eso no es verdad, hay compositores que dirigían muy mal o tocaban de forma regular. Por ejemplo, Stravinsky no era un gran director ni como pianista era extraordinario”.
Comenta este experto que a lo largo de la historia han existido muchos casos de pianistas ciegos, o de “romances de ciego”, es una figura de la cultura popular. “Lo que sucede en estos casos es que esa figura, sometida a una conveniente educación musical, une ese sentido de la intuición que brinda haber tenido que crecer en un mundo en el que todo es sonido, o sea que lo que hay de intuitivo se completa con una técnica”, explica Llade mientras habla con pasión de genios y música.
También expone en su conferencia otros ejemplos menos conocidos, como el de Marianne Kirchgässner, intérprete ciega de armónica de cristal, para la que Mozart compuso varias páginas. Dicen de ella que falleció como consecuencia de un colapso nervioso que le producían las vibraciones de la armónica de cristal.
Y se escucha el nombre de Maria-Theresia Paradis, compositora y pianista, que perdió la vista entre los dos y los cinco años. Al parecer, su padre intentó que volviera a ver y recurrió a los más innovadores métodos, entre ellos la hipnosis. Contrató al precursor de esta técnica, Franz Anton Mesmer, quien no logró que recuperara la vista, “pero llegó a sugestionarla de tal manera que ella misma creyó haber recuperado una parte”, relata Martín Llade. Mozart compuso para ella un concierto para piano.
Siglo XX
Sin embargo, el más conocido de los compositores ciegos es Joaquín Rodrigo, que perdió la vista cuando era niño. Decía este genio que él podía plasmar en la música las sensaciones que experimentaba cuando estaba en un jardín, la sonoridad de las hojas que mueve el viento, el perfume de las flores, así, como dice Martín Llade: “El Concierto de Aranjuez evoca sus pasiones por los jardines de esta ciudad”.
Decía Joaquín Rodrigo que podía plasmar en la música las sensaciones que experimentaba cuando estaba en un jardín, la sonoridad de las hojas que mueve el viento y el perfume de las flores
Y finalmente, también en el siglo pasado, hablamos de Rafael Rodríguez Albert, que perdió la vista en la infancia. Es un músico olvidado, pero que tiene según Llade un catálogo muy interesante, además de haber sido Premio Nacional de Música en dos ocasiones. Durante la guerra civil su hogar se vio seriamente afectado por los bombardeos y muchas de sus obras se perdieron por esta causa. Tras la guerra, Rodríguez Albert, que era maestro, pierde su empleo ya que al ser republicano se le prohíbe la enseñanza, según cuenta Martín Llade. Es entonces cuando comienza a trabajar para la ONCE, recién creada, que le ofrece un trabajo administrativo en la organización. Mientras logra salir adelante con este trabajo, continúa componiendo y creando obras que serían premiadas y reconocidas internacionalmente.
La mayor parte de estos genios perdieron la vista en su infancia y se dedican a la música cuando ya son ciegos. Según entiende Martín Llade: “La discapacidad no les perjudica a la hora de captar y recrear el mundo de los sonidos, ellos no precisaban de imágenes para expresar su visión del mundo, lo hacían desde el arte más abstracto posible, el arte de los sentidos”.
Y las dificultades que podían tener por la falta de visión se solventaban con ayudas: Maria-Theresia Paradis contaba con la ayuda de un secretario (era de familia acomodada, como la mayor parte de ellos, por eso han podido disponer de apoyos); Joaquín Rodrigo trabajaba con su esposa, la pianista turca Victoria Kamhi, que era su fiel colaboradora; Louis Vierne tenía un hermano que le ayudaba a manejar los grandes folios en los que escribía sus composiciones… “Ellos no necesitaban ayuda para concebir sus obras, o para interpretar música, ellos necesitaban apoyos”.
Es decir, una vez que habían adquirido los conocimientos o las enseñanzas, como tiene que hacer cualquier persona, tenga o no discapacidad, ellos componían e interpretaban como genios. Ahí es donde destacaban, donde demostraban la genialidad de su música, concebida e interpretada desde la ceguera.
Los compositores ciegos desarrollan el oído de tal manera que son capaces de escuchar los matices más ínfimos que pueda haber dentro de una interpretación musical
Tal y como explica Martín Llade: “Los compositores ciegos desarrollan el oído de tal manera que son capaces de escuchar los matices más ínfimos que pueda haber dentro de una interpretación musical. Y también, esto se aprecia en la obra de Rodrigo, se pueden oír con mucha claridad todos los instrumentos dentro de sus composiciones”.
En el silencio
Entre los compositores con discapacidad auditiva, Beethoven es el caso más paradigmático. Martín Llade explica algunas claves de esta genialidad: “Siempre se ha dicho que Beethoven no era de su tiempo, él no oía la música de su tiempo y pensaba en el futuro, pensaba en esas notas que los instrumentos todavía no eran capaces de emitir; tiene obras escritas para piano que obligaron a los fabricantes de este instrumento a introducir mejoras y ampliar sus posibilidades porque si no era imposible interpretarlas. Beethoven piensa mucho más allá, porque desarrolla el oído con un virtuosismo tal que no conoce limitación alguna”.
La sordera no fue bien recibida por este gran genio de la música ya que, según cuenta Martín Llade, pensó en suicidarse cuando comenzó a quedarse sordo. Sin embargo, no llegó a culminar su propósito por el profundo deseo, o la necesidad, que sentía de brindar al mundo todo lo que tenía en la cabeza, todas esas notas y composiciones para una música eterna.
Aunque ya había dado muestras de su genialidad, la sordera introduce una nueva variante: “Se convierte en el acicate para pensar musicalmente como nunca se había pensado”, asegura Martín Llade.
Y explica así el cambio: “Es el primer músico de la historia que vuelca su personalidad subjetivamente dentro de las obras. Hasta Mozart y Haydn, la música seguía por unos patrones simétricos, es racionalidad, es fórmula matemática que combina belleza y técnica. Pero la música de Beethoven ya no es previsible, no puedes prever lo que te va a brindar en el próximo compás”.
Beethoven era un genio y se encerró en sí mismo de tal manera que no se vio sometido a las limitaciones de su tiempo, ni de los instrumentos ni de los convencionalismos
Según relata Martín Llade, de manera apasionada, las composiciones de Beethoven reflejan sentimientos arrebatados, de hecho comenta que incluso tras el estreno de la Quinta Sinfonía, en París, llegó a haber algún que otro suicidio. “Pensaba las pasiones, el romanticismo… Era un genio y se encerró en sí mismo de tal manera que no se vio sometido a las limitaciones de su tiempo, ni de los instrumentos ni de los convencionalismos”, concluye.
Existe algún compositor más con discapacidad auditiva, todos ellos adquirieron la discapacidad cuando ya eran adultos y ya habían iniciado sus carreras.
Bedrich Smetana, checo, compone su obra más conocida ‘Mi patria’ desde Suecia, donde estaba trabajando. Se trata de un ciclo de poemas sinfónicos que evocan Bohemia (República Checa) y entre los que destaca el poema “El Moldava”, una evocación del curso de este río desde los bosques de Bohemia, hasta su paso por Praga. “Es la página más conocida, de una belleza extraordinaria”, afirma Llade, y añade “Lo que mucha gente ignora es que cuando lo compuso estaba completamente sordo”.
Y finalmente destaca la figura del francés Gabriel Urbain Fauré, compositor y organista que pierde el oído ya en su madurez.
Y surge de nuevo la eterna relación entre el órgano y la composición. Según explica Martín Llade, el órgano es el instrumento más expresivo que existe, aunque está siempre vinculado a la religión y quizás por ello no gusta, al asociarlo injustamente con sonidos fúnebres. Sin embargo, el órgano es el instrumento que presenta más capacidad de matices, de expresión, de sensaciones. “Ya de por sí es una catedral en miniatura, una catedral sonora”, explica Lladé.
Casi todos los compositores que hemos mencionado se sentían muy a gusto con el órgano, quizás porque aquí podían expresar con plenitud absoluta el universo sonoro. “Un órgano hace temblar las paredes de la catedral, es un instrumento en el que parece que el propio instrumentista estuviera encerrado dentro de él”, concluye Martín Llade.